Antonio Álvarez Bernal es capaz de sacar música a la madera de un palé. Luthier de guitarra española y acústica. Manuel Carrasco y Obama tienen guitarras suyas.
– ¿Lo de hacer guitarras le viene de familia?
– No, empecé solo. La empecé a trabajar desde el principio con el entusiasmo que le tenía a la guitarra y daba clases de luthería con maestros.
– Tengo entendido que su primera relación con la música fue en su pueblo, en Camas, donde tocaba el clarinete.
– Así es. Pasé por diferente instrumentos de la banda. Estudié música en el conservatorio de Sevilla. Y en la banda municipal de Camas toqué instrumentos de percusión y viento.
– ¿Se le dio bien el conservatorio?
– El solfeo regular. Pero logré acabar los estudios y para la banda me vino genial. Me entendía con los músicos y leía sin problemas las partituras.
– Woody Allen, un incondicional del clarinete, dice de sí mismo que es un músico mediocre. ¿Lo ha escuchado tocar alguna vez?
– He tenido la suerte de escucharlo en Madrid. Pero no en directo. Sino en grabaciones caseras realizadas en los clubes donde había tocado. Me he quedado con las ganas de escucharlo en directo. Si anda por aquí en verano voy a verlo fijo.
– Dejó la banda y quiso ver su destino en estudiar botánica. ¿Cómo se salta de la banda municipal de Camas a estudiar, por ejemplo, la longevidad del baobab?
– (Risas) Mi padre era jardinero, de los Reales Alcázares, y el fue quien me inculcó el amor por las plantas y las especies. Me animó a estudiar la profesión de jardinería y estuve dos años en los jardines del Alcázar y trabajando en los de la Expo desde el principio hasta el final.
– Y gracias a la botánica empezó a conocer la música que encierra la madera…
– Exacto. Empecé a conocer las especies, las maderas y más adelante supe diferenciar los diferentes sonidos que daba la madera. La botánica me abrió el camino. Años después, cuando empecé a construir guitarras, me hablaban del Palo Santo y yo sabía de lo que me hablaban.
– Un buen día el destino hizo magia y se le cruzó en su camino Alejandro Sanz. ¿Cómo fue aquel encuentro?
– Fue en 2004. Tenía una necesidad musical. Quería u sonido muy específico para una gira mundial. Y le ofrecimos una guitarra que satisficiera sus necesidades. Desde entonces esa colaboración no ha parado hasta llegar a crear una marca juntos. Somos socios de una marca de guitarra que tenemos en común.
– ¿Cómo se llama el modelo de guitarra?
– ‘Alejandro Sanz by Antonio Álvarez’. Dentro de esa marca hay cinco modelos: Curandera, Cai, Triana, Manuela y La Loba. La Loba es el apodo de su madre y por ella le pusimos ese nombre.
– Gracias a él se le abrieron muchas puertas desde Miami al mundo musical latino.
– La colaboración y la amistad con Alejandro Sanz es un hecho en mi vida. Somos socios y amigos. Y las puertas de la música latina me las abrió él.
– Pero lo más grande a nivel profesional, imagino, es que una guitarra suya haya llegado hasta la Casa Blanca, como regalo de la ciudad de Sevilla a Obama.
– Esa guitarra tiene una historia. Obama no llegó a recogerla en 2016. Y se la enviamos a la Casa Blanca. Así que debe estar en sus manos. Estuvo en exhibición en el hotel Alfonso XIII, en el museo de Cristina Hoyos y en el escaparate de mi taller.
– ¿De los cinco modelos de guitarras cuál prefieren los latinos?
– Los latinos se inclinan por el modelo Triana. Por la versatilidad de las maderas (siricote, que es mexicana, y el cedro canadiense) porque da un sonido muy redondo, profundo y con una nota perdurable.
– ¿Y los flamencos?
– Los flamencos cualesquiera de madera de ciprés.
– ¿Le hubiera gustado hacerle una guitarra a Paco de Lucía o al Tomate?
– ¿Y quién no? El Tomate todavía puede darse. Con Paco tuvimos un proyecto hablado que no se pudo hacer. Quería una guitarra con un sistema sonoro muy especial.
– Por cierto, el rock sevillano ha dado estupendos guitarristas. ¿Alguno le encargó una acústica?
– Por desgracia ninguno.
Un sueño sin horas
Por su taller han pasado Juanes, Juan Luis Guerra, Andrés Cepeda, Jovanotti, Ricardo Arjona, Manuel Carrasco, Rosalía, Andrea Bocelli, Maná… Es como un templo pagano al que los músicos acuden para conocer al sumo sacerdote del culto a la guitarra. Lo han entrevistado desde radios californianas hasta la NHK japonesa, todos interesados en alcanzar su secreto como luthier de guitarras españolas y acústicas. Su rincón preferido es Triana y lo que menos le gusta es la calor. Además de ser un luthier con proyección internacional, se ha convertido en cicerone de la ciudad, que se le muestra a los artistas que vienen a recoger sus encargos. Eso le pasó con algunos miembros del grupo Maná, enamorados de la belleza del casco histórico. Trabaja de siete de la mañana a nueve de la noche. No le pesan las horas. Porque su trabajo es un sueño…
Puedes ver la noticia aquí