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Sobre el escenario, a tiro de piedra de la playa de Sancti Petri, en Chiclana de la Frontera, la banda mexicana Maná sube los decibelios y electriza al público que corea sus temas. Eel acento de Jalisco de Fernando, Fer, Olvera, el vocalista del grupo, da las gracias a España y a Andalucía por el recibimiento en su última gira, México lindo y querido Tour 2024, y pronuncia un nombre, el de Antonio Álvarez, para agradecerle, a él también pero con nombre y apellidos, las <<padrísimas>> guitarras que estrenan.

Pocos entre los miles de seguidores de Maná se quedan con ese nombre, pero entre la élite de la música latina, el de Antonio Álvarez es muy conocido. De las paredes de su local cuelgan decenas de fotografías que prueban lo cotizadas que están sus guitarras. La tienda, en el centro de Sevilla, es un escaparate de primeras figuras entre guitarras españolas y acústicas, muestras de madera, cepillos y gubias y Maná ocupa un lugar destacado en el hall of fame de Álvarez&Bernal. Solo unos días antes de que cerrasen en Chiclana la etapa española de su gira, Fer y otros miembros de la banda azteca, Sergio Vallín y Álex González, pisaron el taller en una visita sorpresa para recoger, en mano, las dos guitarras que querían llevarse de regreso a México. Lo cuenta el mismo luthier de cuyas manos salieron la Triana y la Curandera, los dos modelos elegidos.

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Antonio Álvarez Bernal en su taller

Triana es una guitarra flamenca diseñada para conciertos, con apa de cedro y aros (laterales) y fondo de madera de un árbol mexicano llamado ziricote. Curandera está hecha con madera de sapelli y abeto, <<más pequeña y muy ligera, muy cómoda de tocar>>, dice su creador.

La visita de los Maná no pasó desapercibida. Álvarez, su familia y algunos empleados recibieron a Fer, Sergio y Álex y asistieron a un concierto improvisado que poco tuvo que envidiar al que días después, en la costa gaditana, reunió a seguidores a quienes fue revelado el nombre de un tal Antonio de apellido Álvarez.

Pero la historia de este sevillano, nacido en Camas hace medio siglo y con conocimientos en botánica antes que en guitarras, arranca tiempo atrás. La primera guitarra se la vendió a Maná, cuenta en su tienda de la calle Zaragoza, hace cinco años, en 2019. Maná celebraba entonces el 30 aniversario de uno de sus temas más míticos, Rayando el sol, con un mano a mano con Pablo Alborán y el luthier recibió unos meses antes un mensaje de WhatsApp de quien dijo ser, y era, Sergio Vallín, el guitarrista de la banda.

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<<Hola Antonio, soy Sergio Vallín, de Maná>>, decía el mensaje, que Antonio conserva en su teléfono. Los mexicanos querían una guitarra española <<de calidad>> y encargaron uno de los cuatro modelos icónicos del taller, bautizado como La Loba. De maderas exclusivas, ciprés de 50 años secado de forma natural y abeto alemán, y con un clavijero de palillo, el luthier se la entregó y, desde entonces, la relación ha sido continua. Pero ¿cómo el buen hacer de un pequeño taller sevillano llega hasta Guadalajara (México)? La respuesta: Alejandro Sánchez Pizarro, (a) Alejandro Sanz. <<Me abrió todas las puertas. Es una persona enorme además de un músico enorme>>, dice. Desde 2003, Antonio es el luthier de Sanz. Otro músico de talento, el cordobés Jose Antonio Rodríguez, le recomendó su taller al cantante. Ahora Sanz y el sevillano tienen una marca con junta, Alejandro Sanz by Álvarez&Bernal, que incluye los cuatro modelos top del catálogo: La Loba, Curandera, Triana y la cuarta, Cai.

De la mano de Sanz, o desde su casa de Miami, han llegado Juanes, Juan Luis Guerra, Manuel Carrasco, Vanesa Martín… Rosalía ha sido la última en incorporarse a los followers de las guitarras de Antonio Álvarez, que reconoce que la fiesta de los Grammy latinos que se celebró en Sevilla en 2023 fue una <<gran ocasión>> para aumentar la clientela. El italiano Andrea Bocelli, Giovanotti, Ed Sheeran… Hasta el ex presidente de los EEUU Obama tiene una en su casa, regalo de la ciudad de Sevilla en 2016.

Antonio Álvarez no nació luthier. Clarinetista, fue miembro de la banda municipal de su pueblo, pero profesionalmente se dedicó a la botánica antes de apostar por las guitarras. Desde 1999, unas 40 al año de forma artesanal. Cada una le lleva tres meses que remata con su sello personal, la cabeza de la pala (el extremo de la guitarra) en forma de pagoda japonesa. La élite de la música latina de todo el mundo lo sabe.

 

 

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